Por Victor Heredia
En referencia a ciertas propuestas de la nueva Ley de Radiodifusión debo decir que es altamente relevante la posibilidad cierta de debatir y modificar reglamentaciones obsoletas que damnificaron tanto a los actores de los medios de comunicación como a quienes se debe informar.
No pude nunca comprender por qué razón una Ley nacida bajo el imperio de una dictadura, motivo por el cual era lógico deducir que adolecía como mínimo de manipulación ideológica, no podía ser removida y mejorada según la nueva visión de un estado democrático y pluralista.
En el área musical, que concretamente es lo que me compete, es loable pensar en la obligatoriedad de un porcentaje mínimo de presencia de nuestra música nacional en las emisoras, tanto privadas como estatales, pues los vaivenes del mercado y los intereses comerciales hicieron desaparecer prácticamente de la televisión abierta y las emisoras privadas a una gran parte de autores y compositores argentinos que fundaron con sus propuestas la maravillosa diversidad cultural que todavía existe, aunque subterráneamente, en nuestro país.
Los sueños de muchos artistas jóvenes y con verdadero talento se fueron derrumbando ante la falta de espacios abiertos para difundir sus propuestas, los artistas consagrados, por ser adultos, dejaron de pertenecer al "target" de determinadas emisoras y lentamente fueron apartados del gusto de las nuevas generaciones, a veces por diferencias ideológicas, otras por cuestiones de género, pero en general porque no existe ninguna protección legal para ese patrimonio esencial que indudablemente refleja parte del sentimiento popular, poniendo en su lugar otras expresiones que sin desmedro de sus calidades ocupan todo el panorama musical.
Me parece extraordinario que se debata sobre qué clase de medios queremos, pero ante todo sobre cual información y que clase de formación cultural brindaremos a las actuales y próximas generaciones de argentinos para que no haya duda alguna sobre determinados sucesos políticos y sociales que la justicia, parámetro inequívoco de la recuperación de nuestros derechos, juzgó y sentenció como aberrantes y que por demasiado tiempo fueron manipulados para retrasar su comprensión a nivel social.
Debo decir sin embargo que es necesario un gesto valiente y generoso de equidad para preservar justamente la diversidad ideológica que debe fortalecer al debate y también la conformación de una Nación que se precie de ser verdaderamente democrática y pluralista, pero que hoy nos encuentra prácticamente inermes bajo reglamentaciones tendenciosas, que permiten la conformación de verdaderos monopolios mediáticos cuyo único fin es socavar la capacidad de análisis de nuestro pueblo al tergiversar, desinformar y hasta educar desde un sitial de injusto privilegio.
Por fin, intentar ubicar a nuestra música, parte importantísima de nuestra cultura nacional en el lugar que le corresponde es ayudar a construir un país más democrático e inteligente, pero sobre todo capaz de reconocerse desde su extraordinaria e imbatible diversidad.
Estoy convencido de que este proyecto y el debate social que seguramente despertará, servirá para el despegue definitivo de una Argentina a la cual queremos ver desarrollada desde la verdad y en la armonía que nuestro pueblo merece.
En el área musical, que concretamente es lo que me compete, es loable pensar en la obligatoriedad de un porcentaje mínimo de presencia de nuestra música nacional en las emisoras, tanto privadas como estatales, pues los vaivenes del mercado y los intereses comerciales hicieron desaparecer prácticamente de la televisión abierta y las emisoras privadas a una gran parte de autores y compositores argentinos que fundaron con sus propuestas la maravillosa diversidad cultural que todavía existe, aunque subterráneamente, en nuestro país.
Los sueños de muchos artistas jóvenes y con verdadero talento se fueron derrumbando ante la falta de espacios abiertos para difundir sus propuestas, los artistas consagrados, por ser adultos, dejaron de pertenecer al "target" de determinadas emisoras y lentamente fueron apartados del gusto de las nuevas generaciones, a veces por diferencias ideológicas, otras por cuestiones de género, pero en general porque no existe ninguna protección legal para ese patrimonio esencial que indudablemente refleja parte del sentimiento popular, poniendo en su lugar otras expresiones que sin desmedro de sus calidades ocupan todo el panorama musical.
Me parece extraordinario que se debata sobre qué clase de medios queremos, pero ante todo sobre cual información y que clase de formación cultural brindaremos a las actuales y próximas generaciones de argentinos para que no haya duda alguna sobre determinados sucesos políticos y sociales que la justicia, parámetro inequívoco de la recuperación de nuestros derechos, juzgó y sentenció como aberrantes y que por demasiado tiempo fueron manipulados para retrasar su comprensión a nivel social.
Debo decir sin embargo que es necesario un gesto valiente y generoso de equidad para preservar justamente la diversidad ideológica que debe fortalecer al debate y también la conformación de una Nación que se precie de ser verdaderamente democrática y pluralista, pero que hoy nos encuentra prácticamente inermes bajo reglamentaciones tendenciosas, que permiten la conformación de verdaderos monopolios mediáticos cuyo único fin es socavar la capacidad de análisis de nuestro pueblo al tergiversar, desinformar y hasta educar desde un sitial de injusto privilegio.
Por fin, intentar ubicar a nuestra música, parte importantísima de nuestra cultura nacional en el lugar que le corresponde es ayudar a construir un país más democrático e inteligente, pero sobre todo capaz de reconocerse desde su extraordinaria e imbatible diversidad.
Estoy convencido de que este proyecto y el debate social que seguramente despertará, servirá para el despegue definitivo de una Argentina a la cual queremos ver desarrollada desde la verdad y en la armonía que nuestro pueblo merece.